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Justicia y verdad para las víctimas del conflicto armado interno en Colombia

Foto del escritor: Círculo de Derechos Humanos - UNMSMCírculo de Derechos Humanos - UNMSM

Justicia y verdad para las víctimas del conflicto armado interno en Colombia: fragmentación social e identidad


Renzo Aldair Juipa Peña

Miembro aspirante del Círculo de Derechos Humanos - UNMSM



1. Introducción


El nueve de abril de cada año, a partir del 2012, se conmemora el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas en Colombia. Ello a raíz de un conflicto de dimensiones históricas-sociales muy profundas, pues la desigual distribución económica y el lastre aristocrático —en el sentido anacrónico y burdo— de los grupos de poder no acabaron tras la llegada de la independencia e ideas “modernas” a las tierras americanas, sino que, más bien, alcanzaron otras categorías menos evidentes, pero igual de lesivas a los pueblos. La construcción de repúblicas a la viva imagen europea era un sueño ansiado por las clases dirigentes pero visto con desconfianza e impotencia por las masas ansiosas de reconocimiento y construcción de un proyecto nacional.


En esta línea, progresivamente las sociedades latinoamericanas se polarizan y fragmentan, y Colombia no es la excepción, de esta manera tenemos el siguiente escenario:

En el S.XIX el Partido Conservador y el Partido Liberal de Colombia se institucionalizaron. El primero se caracterizaba por tener una agenda continuista del sistema social y político que protegía los intereses de la clase adinerada, mientras que el segundo se presentaba como una alternativa reformadora y en defensa de los intereses de comerciantes y grupos menos favorecidos de la sociedad. La lucha entre ambas fuerzas se evidenció a través de 54 guerras civiles [...].[1]

En vista de dicha problemática, no supone gran esfuerzo poder rastrear el patrón en casi todas las repúblicas nacientes de América —situación que será aprovechada por las naciones europeas ávidas de materias primas y mercados, y, posteriormente, por la presencia permanente de los países y bloques emergentes mundiales—, que verán frustradas sus posibilidades de consolidación política, económica y social.


Ante el sombrío paisaje latinoamericano, este texto no pretende limitarse a explicar solamente las causas económica de los actores que participaron y participan en el conflicto y por ende las consecuencias nefastas a las víctimas, quienes aún no obtienen verdad ni justicia; sino que busca reflexionar sobre un problema de identidad colectiva y fragmentación social que ha tenido un papel importante en frustrar los procesos de paz y entendimiento entre los actores y, en consecuencia, en poder reparar a la memoria de las víctimas y hacer de los responsables objeto de la justicia.


Dicho esto, subrayar una vez más la pertinencia de tomar con mucha sutileza un concepto que hoy está muy tergiversado y estigmatizado, pero que tiene un gran potencial de comprensión completa de la realidad material en el conflicto colombiano interno: la identidad. Que es cierto, deriva de cuestiones históricas, económicas, entre otras más; pero luego regresa efervescente, como desconociendo a quien lo vio nacer, a cambiarlo todo y dotando de fuerza a los distintos grupos que saben escucharla y levantarla como bandera o consigna.


Esto no podría explicarlo mejor el sociólogo colombiano, Orlando Fals, al reconocer que:

La Torre de Babel de ideas que es síntoma de la transición social profunda lleva muchas veces a hacer revaluaciones de aquello aprendido en la niñez [...] El impacto del cisma, el descubrimiento de la ambigüedad, la aparición de la perplejidad, van llevando a una redefinición de la vida.[...] Pero he ahí la esencia del asunto: en ese momento, lo que es monstruoso, inmoral, malo o negro para aquellos dejados atrás inmersos en la tradición, podrá ser moral, conveniente, o blanco para aquellos otros que añadieron nuevas dimensiones a su vida y enriquecieron el vocabulario vital. [2]

Es así como se pasará a explicar la ruptura de la sociedad colombiana en sus inicios republicanos en la dimensión colectiva, con raíces históricas y ahora acentuadas por el conflicto interno armado histórico, que también es consecuencia de esa misma historia. Así también se desarrollará cómo el papel identitario colombiano ahora toma un papel de barrera hacia un diálogo eficaz y pleno que pueda sosegar a las víctimas. Todo ello apoyado en jurisprudencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos y su emplazamiento al Estado colombiano, además de los documentos oficiales colombianos sobre la data y estadística del lamentable proceso de conflicto armado interno colombiano.



2. Proceso histórico y actores del conflicto


Para poder sistematizar y comprender el conflicto, este se ha dividido en 4 periodos, según el Grupo de Memoria Histórica (GMH) que derivan del informe oficial del conflicto “Basta ya” [3]. Estos son:

  1. Primer periodo (1958-1982). Se caracterizará por la transición de un conflicto armado en pugna entre liberales y conservadores, hacia la conformación de guerrillas subversivas que irán paralelo en la dinámica social y agrupando a los sectores marginales ajenos a la protección estatal.

  2. Segundo periodo (1982-1996). Los grupos guerrilleros tendrán gran crecimiento territorial e influencia, y, ante la crisis y colapso del Estado, surgirán focos paramilitares junto al narcotráfico; en un contexto mundial de guerra fría, y el impulso de procesos de paz en conjunto a reformas sociales como la asamblea constituyente del año 1991.

  3. Tercer periodo (1996-2005). Figura ser uno de consolidación y auge de los grupos subversivos y paramilitares, a su vez el narcotráfico como instrumento de financiación de los actores del conflicto y la presión internacional se destacan en esta etapa.

  4. Cuarto periodo (2005-2012). Se esboza como la ofensiva más eficaz contra las guerrillas por parte del gobierno de Uribe, que autoriza el ingreso de asesores y equipos de inteligencia de las fuerzas norteamericanas que juegan un papel contundente en el retroceso parcial de la guerrilla. Ante estas acciones el fracaso de las conversaciones de paz llevará a un rearme de los distintos actores y fuerzas participantes del conflicto con una clara posición desafiante al Estado colombiano.


2.1. El “gaitanismo” como proyecto frustrado de cohesión social y punto de inflexión en la historia colombiana


Jorge Eliécer Gaitán es el hombre con más monumentos en Colombia, solo después de Bolívar. Fue un político y abogado colombiano del partido “liberal” con tendencia de izquierda, que se catalogaba a sí mismo como socialista. Él entendió la gran fragmentación social colombiana y que ante eso se distanció del bipartidismo que compartían las clases altas: liberal-conservador.


Gaitán cometió el pecado más grande que un político puede hacer: escuchar y caminar políticamente junto a las mayorías de un país. Asimismo, representó una oportunidad de cohesión identitaria, porque “lamentablemente, existió Gaitán como líder, como dirigente de unas masas sin partido, sin disciplina, sin unificación filosófica e ideológica; en conclusión, si existió el partido Gaitanista se desconoce el organigrama de sus directivos(...)” [4].


Es así que, en flagrante pecado, Gaitán es asesinado un 9 de abril, ocasionando el inmediato levantamiento de las masas en toda Colombia, dando lugar al terrible “Bogotazo” (1948), un levantamiento social que tomó comisarías, quemó instituciones públicas, se enfrentó a las fuerzas de seguridad y dejó un saldo de cientos de muertos, sin duda un punto de inflexión en la historia colombiana. Esto se explica por el largo derrotero de injusticias, violación a los derechos humanos e incertidumbre política de una población que no encontraba hasta ese entonces un referente de identificación, y cuando por fin sus aspiraciones y anhelos conjuraban en un símbolo como Eliécer Gaitán, les era arrebatado.


Proceso similar sucedió en la dimensión de identificación y hartazgo social que se vivió en Perú durante el periodo diciembre-marzo (2022-2023) en las marchas y movilización social acalladas salvajemente por un gobierno cívico-militar.


A partir de la muerte del político Eliécer Gaitán, Colombia se zambullirá en un largo periodo de violencia entre sus distintas fuerzas internas, nuevamente, sin una orientación política unificada. Ante la conmoción social; los partidos liberal y conservador firman un pacto en 1956 en España, que indicaba la alternancia de poderes entre ambos partidos, pero esto fue visto como una traición y alejamiento de la población. Este hecho se llamó Frente Nacional, un intento de cohesión nacional sin resultados óptimos y dando pie a la alternativa subversiva y de grupos diversos, además de los paramilitares y el narcotráfico.


2.2. Entre Erscila y Caribdis: grupos guerrilleros, paramilitares y narcotráfico


El enfrentamiento militar y político de los partidos liberal y conservador sumió a miles de familias colombianas a la migración, muerte, desaparición y nula respuesta de la justicia estatal, obligando a gran parte de la población a tomar partido por el conflicto e intentar sobrevivir o sino huir dejándolo todo atrás. No obstante, el periodo de gran conmoción nacional interna se vivirá a partir de los años 60, cuando las autodefensas campesinas, pequeños grupos subversivos y población radicalizada, verán apremiante la consolidación de sus fuerzas en grupos guerrilleros cohesionados con clara orientación política y de trascendencia nacional e internacional.


Fue el ataque del ejército colombiano a Marquetalia, una zona controlada por campesinos comunistas alzados en armas, lo que justificó que los grupos dispersos tuvieran la necesidad de unificarse bajo un frente guerrillero (FARC) y también bajo el ELN. Posteriormente, el gobierno considerará esto “un error histórico”, al intentar “aplastar en su origen mismo” a las guerrillas de inspiración cubana [5].


Para entender el surgimiento de las FARC y ELN adicionalmente es importante mencionar el clima social y político de américa latina: un gran optimismo respecto al enfrentamiento belicista de la población contra los gobiernos, dado el éxito de la revolución cubana. Y así estas zonas sin la presencia del Estado y con una gran herida social verán parcialmente en la guerrilla (que ofrecía un proyecto nacional y orientación política) una alternativa de identidad colectiva, entendiendo “identidad colectiva” como los lazos sociales en torno al: territorio, ideas, anhelos, etc. que aseguran la cohesión y progreso social. Es así, que la decisión de enfrentar al Estado colombiano adquiere una dimensión “revolucionaria” e incluso de proyecto articulado a otros movimientos mundiales (teniendo en cuenta la guerra fría y la Rev. cubana).


Y como si fueran leyes sociales que operan de manera mecánica, posterior a estos años surge el paramilitarismo, promovido por el gobierno en el año 1968, con la Ley 68; de esta manera, el Estado colombiano autoriza la “privatización de la lucha armada”[6], a manos de civiles que fueron financiados por ricos hacendados, elites regionales y pequeños industriales, en suma, los medianos y grandes propietarios ante la incapacidad del Estado colombiano, contrataron mercenarios para “combatir” la guerrilla. Ello originó un baño de sangre aún mayor entre la población colombiana, que no tenía a donde recurrir para poder protegerse.


El proceso del crecimiento de los paramilitares fue exponencial y “en los años noventa se creó el grupo Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que unió a diversos grupos paramilitares. La AUC se disolvió entre 2003 y 2006 en un proceso de desmovilización emprendido por la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 del 2005) impulsada por el entonces presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez” [7].


Paralelo al enfrentamiento político-social, surgió con mayor fuerza el lastre del narcotráfico, que llegó a representar la exportación del 90 por ciento de cocaína mundial que no solo se sumó a la orgía de muerte y destrucción, sino también se articuló armoniosamente a los grupos guerrilleros y paramilitares, pues “[l]as FARC-EP acogieron gran parte de las hectáreas de cultivo, lo que provocó que su capacidad militar también se incrementara y pasó a controlar 150 mil hectáreas de cultivos de hoja de coca localizados en dos millones de hectáreas de selva en el sur del país” [8]. Y de ese modo, los paramilitares y guerrillas tenían asegurado una actividad que los financie, lo que explicaría la dificultad de su derrota y también la gran prolongación de la guerra interna, sumado a una fragmentación más grave de la cohesión social, todo eso se pasará a explicar en el siguiente capítulo.



3. Fragmentación social e identidad colectiva/nacional


El transcurrir histórico de los países americanos que llevan el lastre del colonialismo en sus instituciones y sociedad, se resume en un problema de identidad nacional. Porque a diferencia de las naciones europeas que llevan construyendo su identidad histórica a traves de los siglos y su cohesión social ha permitido su progreso económico-político, y los conflictos internos y externos principalmente de índole económico lejos de retrasar o limitar su avance, más bien ha potenciado su progreso y avance histórico.


En el caso de nuestras fallidas republicas, la falta de una unidad nacional con base a una identidad y por ende un proyecto nacional. Nos ha envuelto en conflictos que no pretenden mejorar las sociedades (porque la conflictividad no es negativa per se ya que involucra un avance que surge de esa pugna) sino más bien en polarizar y envolverse en una lógica destructiva como si varias naciones dentro de un país lucharan por eliminar a la otra.


Carlos Parales, resume aquello, de la siguiente manera:

La construcción de la nación supone una cultura común que articule la acción colectiva. La identidad nacional se desarrolla en el proceso de construcción de esa cultura colectiva. Pero como se dijo, la cultura no es suficiente; también es necesaria la unidad política [9].

Y lo engarza al conflicto interno colombiano, que a mi juicio también se relaciona con algunos otros conflictos de la región. Y es porque la construcción de una identidad nacional, por ende, una cohesión social, nace de manera fallida en los procesos independentistas:


La idea original de estas élites criollas parece ser que no era la conformación de una nación, sino la reivindicación de sus derechos de participar en la vida administrativa y en la burocracia colonial. El proyecto protonacional se desarrolló en un agitado contexto intelectual en el que destacaba la Revolución Francesa. [10]

Entonces, el nacimiento de nuestros estados “independientes” en la mayoría de los países latinoamericanos acarreará este defecto de que las clases dirigentes criollas no tenían una verdadera identificación con toda la población del país y su territorio. Y esa mentalidad colonizada se siguió manteniendo hasta la actualidad como si se pasaran la posta: y es que nuestras clases dirigentes se sienten huérfanos abandonados en tierras de salvajes y actúan así. Matando sin un ápice de solidaridad por la población, violando los derechos humanos, ejecutando leyes y políticas de espaldas a la población y manteniendo un desprecio y miedo por todo proceso emancipador con verdadera proyección nacional.


De esa manera la historia de la región tiende a seguir el patrón colombiano:

Las sucesivas guerras civiles y conflictos regionales del siglo XIX, los conflictos políticos y sociales de los años veinte y parte de la década de los treinta, la violencia de mediados del siglo XX, los movimientos guerrilleros de los años sesenta y setenta, el narcotráfico de los años ochenta y noventa y el escalamiento del conflicto armado desde los años noventa con la participación de nuevos actores, formarían parte de la continua manifestación de problemas en la estructuración social relacionados con las dificultades en la identificación nacional y en la generación de la solidaridad correspondiente [11].

Esto da cuenta de que en nuestra américa mayúscula, la polarización social no obedece preferentemente a una “lucha de clases” sino a tintes más “culturales” y de índole identitario. Las tristes consecuencias son lamentables para las víctimas de todo el proceso de conflicto colombiano y ahora ya sabemos que, de toda la región, porque no llegan a encontrar una dirección hacia el cual se obra en colectivo. Y prácticamente los ciudadanos colombianos son masacrados y sus derechos violados desde todos los frentes. A continuación, se pasará a detallar la magnitud del conflicto y sus consecuencias crudas en la población.



4. Víctimas en el periodo de conflicto


Los hechos vividos en Colombia recorriendo su historia social, dan cuenta de actos en demasía atroces y sanguinarios perpetrados por los grupos involucrados en el conflicto interno. Tal así es que la CIDH el 15 de septiembre del 2005 condena al Estado colombiano por colaboración entre miembros del ejército colombiano y los integrantes de los paramilitares [12]. Lo que sucedió es que miembros de los paramilitares y el ejercito masacraron a la pequeña ciudad, realizando hechos de tortura, desmembramiento y otros a la población que estaba a su merced. Estos se hechos fueron denunciados ante la Corte IDH en el caso Masacre de Mapiripán vs el Estado colombiano. Es menester mencionar que figuras nefastas como Álvaro Uribe Vélez, presidente de extrema derecha colombiano durante los años 2002-2010, atacó el fallo del organismo internacional e intentó descalificarlo.


La sentencia del caso mencionado presionó al gobierno colombiano a cumplir con las exigencias en torno a la reparación material de las víctimas y costas del proceso, ordenadas el 15 de septiembre del 2005 en conformidad a los estipulado en el 68.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Además de solicitar un informe al Estado para el 22 de febrero del 2013 donde se precisen las medidas adoptadas y a los representantes de las víctimas que presenten observaciones en el plazo de un mes [13]. Es de abierto conocimiento el desprecio por la vida y la nula empatía y solidaridad por parte de los paramilitares, que recordemos, son mercenarios contratados por las elites y terratenientes ricos colombianos, y que vale mencionar, según la Comisión de la Verdad de Colombia, son los paramilitares junto a los agentes del Estado quienes cometieron el mayor número de muertes sobrepasando más de la mitad de su participación [14]. En la jurisprudencia de la Corte IDH también tenemos el caso Masacre de Pueblo Bello vs Colombia, aquí también se llevaron a cabo acciones del ejército y paramilitares donde se tachó a la mayoría de población, de colaborar o pertenecer a la guerrilla, por lo que se masacró impunemente y secuestró. Sucedió un 13 y 14 de 1999 y supone una herida en la historia nacional colombiana [15].


Es valioso reconocer, que, en este caso, y en otros más donde la Corte IDH pudo tener activa actuación; hubo una presión que obligó al Estado colombiano a responder positivamente a las víctimas de algún hecho, como es el caso mencionado con anterioridad. Es tal el caso que, en conformidad con el punto 40 y 44 de dicha resolución, se exigió reparar a los familiares de las personas desaparecidas y privadas de vida. Y como la búsqueda de verdad y justicia son igual de relevantes, la resolución dispuso, según los puntos 6 al 32 y del 46 al 48 el emplazamiento al Estado colombiano para que inicie las diligencias en torno a la investigación para determinar responsabilidad en los partícipes de la masacre.


El mismo patrón de desprecio por la vida e integridad de la población civil colombiana, tanto por los militares y paramilitares como por los guerrilleros. Que veían en la población la potencialidad de aprovecharlos y sin ningún rasgo de solidaridad o empatía, demostrando la fragmentación social y sus consecuencias.


Entre el año 2008 y 2012, el Grupo para la Memoria histórica de Colombia recopiló cientos de testimonios [17] donde se narra con chocante realidad los actos imborrables en la historia colombiana. Sin duda, no se trataba de una guerra convencional de confrontación clásica. Sino más bien había un rompimiento con los lazos de identidad que la población percibía. El carácter infame de los actores armados lo registra la primera mujer al evaluar el comportamiento corrupto de estos hombres y considerar que su maldad puede solo comprenderse por la ruptura de todo lazo filial y responsabilidades morales con el mundo: “ni mamá tendrían”, sentencia ella [18].


Este tipo de ensañamiento donde mediaba el odio y la enfermiza sed de matanza, no llevaba en sí los ideales de nación, patria o justicia. Tenía más bien las características de un hombre desarraigado de su “moral” o “civilización” y lanzado a no ser más que un rabioso animal en una selva caótica. No obstante, la fuerza del pueblo colombiano por encontrar esa identidad y lazos de unión son muy apremiantes aún en la adversidad de la guerra.


Las conductas extraordinarias y nobles donde relucen estos actos como el siguiente, insufla de esperanza para el futuro de Colombia, que estoy seguro podrá “reparar su sociedad”:

Frente a la determinación de los paramilitares de “descontinuar el pueblo”, el relato de estas mujeres enfatiza su coraje. Su determinación de no dejarse destruir y su empeño por restaurar la dignidad de los cuerpos ultrajados les permite a otros hacer los trabajos del duelo y los rituales funerarios. Ellas se convierten de esta manera en justas restauradoras de la dignidad de los muertos y en facilitadoras del duelo. Este proceso silencioso en el que se reparan los cuerpos es también un proceso de reparación social para continuar con la vida diaria y, además, como dice una de las líderes, constituye una acción de memoria. [19]


5. Conclusiones


El conflicto armado interno colombiano es quizás el más cruento de la región en la dimensión de la duración del conflicto y la complejidad. Y si bien en la actualidad tras la llegada del gobierno progresista de Gustavo Petro, hay relativa paz. Las voces intolerantes y afines al paramilitarismo y los sectores conservadores llevan en si la solución militar y violenta de un problema más profundo. Lo que podría reanudar la ola de violencia en todo el país.


La salida al conflicto colombiano no parte de una estrategia militar o confrontación directa. Pues ese tipo de método ya fue utilizado durante el sanguinario gobierno de Uribe, durante los años 2002-2010 que lejos de derrotar a la guerrilla y narcotráfico, fomentó aún más la fragmentación social y por ende la vulneración de la vida e integridad de millones de personas. Los organismos internacionales alzaron la voz junto a países para el cese de la violencia, pero el gobierno de Uribe más bien solicitaba tropas extranjeras en incluso un "despliegue militar como en Irak" en su propio país.


Como se vino explicando en toda la exposición del texto, se defiende la postura de una crisis de identidad nacional en la mayoría de los países de la región. Crisis que se ha traducido en conflictos internos muy violentos e irracionales. Con millones de víctimas, entre desplazados, desaparecidos y muertos. Con orígenes bastante claros, donde la mayoría de los historiadores coinciden: una clase dirigente sin un sentido de pertenencia nacional, siempre mirando a Europa como nostálgicos, careciendo de proyección de progreso y mirando estás tierras y el Estado con ojos de lucro y aprovechamiento.


Por otro lado ,tenemos una población que teniendo encima un liderazgo sin identidad. Ha buscado construir una verdad identidad nacional y pugna por una cohesión social donde la solidaridad sea base para su progreso; pero también parte de ella ha caído en la problemática de una falta de identidad, creando grupos militares con fines propios, contribuyendo al narcotráfico o mostrándose apática y alienada.


La conmemoración de las víctimas del conflicto colombiano, y la memoria digna consciente de ello. Se enlaza con otros procesos similares: La CVR peruana, el "Nunca más" argentino. Demostraciones de memoria y resistencia que nos emplazan a seguir en búsqueda de esa identidad nacional tan necesaria para el progreso colectivo de nuestras naciones, pero también y sumamente importante, tener muy presente a cada víctima que fue objeto ignominioso de hechos tan tristes y lamentables por parte de grupos de poder que incapaces del dialogo y la pertenencia nacional por las causas mencionadas, veían la violencia como alternativa inmediata. Que deben ser rechazados y denunciados, para que no se repita, y posicionarnos vigilantes y protectores ante la memoria, sin perder el afán de construir una identidad colectiva consecuente con nuestros orígenes y solidaridad regional.



 

Referencias bibliográficas


[1] “Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores”, CIDOB, Acceso el día 1 de abril del 2023. https://bit.ly/3mdYjU1

[2] Fals Borda, Las revoluciones inconclusas en américa latina 1809-1968, 3ᵃ. ed.

México: siglo veintiuno SA, 1968, 8 y 9.

[3] Grupo de Memoria Histórica (2013), ¡BASTA YA! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, Bogotá, Imprenta Nacional, 111. https://bit.ly/43wwqHB [4] Edgar Eduardo Franco Torres, “JORGE ELIECER GAITÁN: TRAYECTORIA E IDEOLOGIA DE UN CAUDILLO LIBERAL” (Título de Magister, Universidad Católica de Colombia y la Universidad de Salerno de Italia, 2012), 12. https://bit.ly/3GvgYBu

[5] Grupo de Memoria Histórica (2013), ¡BASTA YA! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, ob. cit., 123.

[6] “Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores”, CIDOB, Acceso el día 2 de abril del 2023. https://bit.ly/41gl3l8

[7] ibid.

[8] ibid.

[9] Parales, Carlos J. 2004. «El Conflicto Interno Colombiano. Identidad, Solidaridad y Conflicto Social». Revista Internacional De Sociología 62 (38), 191-214. https://bit.ly/3GuFeUj [10] ibid

[11] ibid

[12] Corte IDH. (2003) Caso Masacre de Mapiripán Vs. Colombia. [13] ibid

[14] “¿Cuántas víctimas ha causado el conflicto armado en Colombia?”, STATISTA, Acceso el día 29 de marzo del 2023. https://bit.ly/2lT4CwF


[15] Corte IDH. (2004) Caso Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia.


[16]ibid [17] Grupo de Memoria Histórica (2013), ¡BASTA YA! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, Bogotá, Imprenta Nacional, 123.


[18] ibid


[19] ibid




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